El té de kombucha ha sido utilizado por más de mil años. Existen muchas teorías sobre su lugar de procedencia y sobre su creación. Una historia indica que proviene posiblemente de la China, ya que se usó durante el imperio chino de la dinastía Han, entre los años 206 a. C. hasta el 220 d. C.
Otra tradición cuenta que tiene origen coreano, ya que en el año 376 d. C. el Dr. Kombu de Corea, lo habría llevado a Japón, durante el reinado del Emperador Inkyo. El Dr. Kombu le habría regalado el hongo de la kombucha al emperador y este habría quedado encantado, convirtiéndose en un gran “Kombuchista”. El éxito se propagó rápidamente y así la bebida obtuvo su nombre: “kombucha” que traducido significa “té de Kombu”.
Tras su éxito en Japón y China, la kombucha tuvo una gran relevancia en Rusia y en otros países de Europa. En los últimos años, el consumo de kombucha ha aumentado debido a que se le atribuyen propiedades funcionales antiinflamatorias y de antioxidante. La composición microbiológica de esta bebida es muy compleja y aún se necesita más investigación para comprender completamente su comportamiento.